Quijotes desde el balcón

miércoles, 1 de noviembre de 2017

No es a ti a quien esperaba

por Marina León


- ¡Brrrr, madre mía, la que está cayendo! -se quejaba Vlad mientras cerraba una de las ventanas de la torreta-. Como siga lloviendo con esta fuerza voy a tener que subir el ataúd del sótano.
Hacía varios siglos que Vlad se había acostumbrado a la humedad y oscuridad del sótano de su castillo donde tenía escondido su ataúd y donde cada mañana, al amanecer, se escondía evitando la vulnerabilidad que su cuerpo tenía al sol. Le molestaba especialmente el hecho de tener que cambiar su lugar de descanso.

Para Vlad la noche de los difuntos era una noche especial, ya que últimamente conseguir alimento se le hacía una tarea cada vez más difícil. Pero gracias a la cultura cinematográfica que durante el siglo XX y este siglo XXI se había extendido por todo el mundo, la noche de los difuntos los humanos hacían cosas estúpidas, como, por ejemplo, entrar en el castillo donde se rumoreaba que vivía un vampiro, es decir, en el castillo de Vlad. Así, cada 31 de octubre, Vlad se escondía entre las sombras de los diferentes rincones de la entrada esperando a los insensatos que se atrevían a cruzar el umbral de su casa.

El año anterior fue uno de los más prolíficos que recordaba. Pudo hacerse con un par de parejas de adolescentes, un grupo de chavales en plena pre pubertad y un grupo de maduritos algo ebrios. Consiguió llenar las reservas de sangre de su arcón congelador para varios meses y solo tuvo que salir de caza a partir del mes de agosto.

Vlad empezó a bajar las escaleras de la torreta donde se encontraba su archivo personal. Una de sus mayores aficiones eran las historias de ficción. Al principio empezó a coleccionar pergaminos y códices. Con la invención de la imprenta se pasó a los libros. A principios del siglo XX conoció el maravilloso mundo del cine. En los sesenta pidió por catálogo una tele y se instaló una antena, y ahora no puede pasar sin su conexión a internet y sus capítulos de Netflix y HBO.

Al llegar Vlad al recibidor, sabía el punto exacto en el que se tenía que esconder, detrás de la puerta en una esquina oscura. ¡Era tan fácil cazarlos desde allí una vez que habían puesto un pie en el castillo! Pues allí que se colocó nuestro vampiro protagonista y allí que espero, y espero, y espero. Cuando la manilla pequeña de su reloj se acercaba peligrosamente al seis Vlad se empezó a mosquear. Era muy raro que nadie hubiese entrado todavía, la noche de los difuntos siempre tenía, mínimo, tres o cuatro grupos de visitantes.

Cuando ya los primeros rayos de sol amenazaban con aparecer Vlad salió de su escondite para dirigirse al sótano, totalmente hundido y muy enfadado porque sabía que mañana tendría que salir a cazar alguna de las vacas que su vecino el ganadero tenía en un campo cercano, y no había nada que le disgustase más que el sabor de la sangre de vaca. 

En esto que Vlad cruzaba el recibidor cuando escuchó unos pasos detrás suya. Justo cuando empezaba a girarse una estaca puntiaguda apareció en su pecho. Al principio no sintió nada, pero después de un par de segundos se dio cuenta de que la estaca había entrado por su espalda atravesando justo su corazón. Después de tantos siglos, de haber sido tan precavido, justo iba a morir esa noche que tenía el estómago vacío y que se había dejado a mitad la última temporada de Breaking Bad.

Al convertirse Vlad en polvo, su cuerpo se desvaneció apareciendo detrás de él la figura del caza vampiros que los habitantes del pueblo habían contratado para, por fin, vengarse del vampiro que durante siglos los había estado matando y atemorizando.

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