Quijotes desde el balcón

lunes, 29 de enero de 2018

El cortejo que se pasó de moda

por Mari Carmen Arenas

Noche de viernes, tres amigos y final de exámenes. Se prenden las alarmas: hay una señal inequívoca que advierte fiesta y desenfreno. Ansían la noche, llevan meses encerrados en su cueva y necesitan desinhibirse elevando el índice alcohólico de su sangre, obligando a sus riñones a trabajar a marchas forzadas. Cenan en un restaurante de comida rápida unas hamburguesas con patatas fritas de origen ultracongelado y refrescos azucarados. Se van a un parque cercano y abren la botella de vodka que uno de ellos escondía bajo su chaqueta de polipiel. Queda inaugurada la fiesta. Utilizan el tapón a modo de vaso de chupito mientras que lo pasan de uno a otro hasta terminar la botella.

El alcohol produce su efecto. El pulso se acelera y la euforia comienza a hacerse notar en su estado de ánimo. Se sienten empoderados y deciden emprender el rumbo hacia la discoteca más concurrida de la ciudad. Una vez en la entrada, el portero los examina de arriba abajo para comprobar que llevan el atuendo indicado para tal ocasión: camisa, zapatos formales y un cerebro de mosquito. Efectivamente, los chavales son portadores de la indumentaria adecuada y, triunfantes después de pagar los veinte euros que tocan por cabeza, se adentran al local.

Una vez en el interior, deciden conectar el radar de detección de estrógenos y progesterona para, después, proceder a lo que ellos conocen en su lenguaje secreto como la caza del gazapo. Os suena gracioso, ¿verdad? Pues no lo es. Pero no nos desviemos de la historia, nuestros tres muchachos ya han activado su radar mientras piden una copa y ¡bingo! Un grupo de hembras que se divierte al otro lado de la sala, prende la luz verde para ejecutar la acción. Hasta aquí, podríamos decir que nos encontramos ante un tipo de cortejo, cutre y desfasado, pero cortejo al fin y al cabo. Tenemos todos los ingredientes: chicos jóvenes, chicas jóvenes y un entorno erótico-festivo. Lo jodido, es que este plato está condimentado con alcohol y otras sustancias psicotrópicas. Y ahí es a dónde voy, a los condimentos: uno de nuestros chicos decide ir al baño para introducir por su nariz un polvo con apariencia de nieve. Esnifa las partículas blanquecinas por sus orificios y comienza la detonación de los fuegos artificiales. Se siente más macho, más poderoso y más fuerte. Se dirige decidido a una de las muchachas que se divierte con su grupo de amigas.

Ella lo mira con cara de pocos amigos a lo que, nuestro querido esnifador responde con un guiño y una sonrisa desencajada. Acorta las distancias y decide, bajo su evidente estado de embriaguez, darle una palmadita en el trasero a la susodicha. ¡Error! La chica se gira con cara endemoniada (una reacción más que lógica) y le suelta una potente patada en sus partes íntimas. Las demás se percatan de lo acontecido y deciden apoyar a su compañera propinándole al acosador diversos golpes mientras éste se retuerce por el suelo. La violencia no está justificada, pero el esnifador se lo tiene más que merecido. Ni las mujeres son el sexo débil, ni esnifar nieve por la nariz te hace más atractivo. Y recuerda, el cortejo erótico-festivo ya pasó de moda, a las chicas nos gustan las mentes, las mentes inexploradas y que tienen algo más que ofrecer que un simple miembro viril.

Gracias y esto es todo amigos.

No hay comentarios:

Archivo del Blog